Juan Sebastián Roldán
Después de leer el
agudo análisis de José Hernández en su nuevo blog, creo necesario hacer algunas
reflexiones sobre el paso de Ruptura 25 por el gobierno de Rafael Correa.
Las provocadoras palabras
de José Hernández necesitan respuestas contundentes: Sí, se debe derogar la Ley
de Comunicación y buena parte del nuevo Código Penal por ser atentatorios a las
libertades, pieza fundamental de una izquierda moderna y libertaria. Se debe
derogar la Ley de Seguridad Ciudadana que confunde seguridad con sacar a los
militares a las calles o mostrar a los inocentes por culpables; y debe derogarse
también la de Incentivos Tributarios que premia a las
"grandes" inversiones mineras y no a las iniciativas empresariales
serias del Ecuador.
Claro que hay que
derogar estas y muchas cosas más. Para nosotros es imprescindible discutir con
la sociedad qué era lo que buscábamos y cuál el resultado que hoy podemos ver.
También hay que cuidar
a no jugar el juego en
el que todos son lo mismo y todos supuestamente jugamos un mismo papel.
Así como el correísmo
cree que todos los pelucones, banqueros y empresarios son feroces devoradores
de pobres, algunos pelucones, banqueros y empresarios creen que todos los progresistas
son feroces devoradores de emprendimientos productivos. Así como el correísmo
llegó a poner a los médicos o a los abogados como simples hacedores de dinero;
muchos médicos y abogados atacan al progresismo como vertiente directa del
comunismo quita hijos.
El Ecuador necesita- y
nosotros estamos ávidos de esa discusión- un espacio de diálogo entre los
contrarios que de las coincidencias hagan afirmaciones y de las discrepancias
espacios abiertos de diálogo.
Esto pide la izquierda
progresista, la que ya no solo escucha Inti Ilimani o grita efervescente “venceremos”,
la que no conoce el puño izquierdo al aire; sino la que también se encuentra
con mayo del 68 y sus domésticas y trascendentales discusiones como la
representación real del poder, la que vibró con V de Vendetta o la que cree en
la ideología como forma coherente de vida. La que mira a la economía no desde
sus extremos, sino desde el centro que representa para la sociedad en conjunto.
Una que ve en las
palabras de José Hernández, un espejo inmisericorde en el que hay que mirarse
mil veces, en el que hay que encontrar buena parte de las responsabilidades y
con el que necesita discutir, a ver si lo malo ha sido tan malo y lo bueno ha
sido tan bueno.
Desde nuestra
comprensión de la nueva izquierda, creemos en la importancia de lo simbólico,
en la necesidad de comprender la sutileza de lo estético, en la potencia de la
ética desnuda. Creemos en un progresismo que es capaz de cambiar este país más
allá de las generalizaciones.
Queda pendiente la
discusión sobre nuestras responsabilidades y aciertos en nuestro paso por el
Acuerdo País. Ojalá este intercambio sea el primer paso para hacer público un
debate que para nosotros no es nuevo.