www.vistazo.com (enero 2006)
Hoy por hoy existe un dueño del país, que concreta y objetivamente despacha los asuntos más importantes del Estado. En la república obesa del Ecuador, por tanto tragar cuento, el Gloria in Excelsis Deo de la Iglesia Católica se ha tornado en un contundente Gloria in Excelsis Leo. Gloria a León en las Alturas.
El mal gusto y la cobardía, de quienes han sido incapaces de enfrentarlo y de los que hipócritamente lucran bajo su sombra, sentencian que debe esperarse su muerte para que la política cambie. Pero cuando eso ocurra será velado sentado como García Moreno, en el sillón de Olmedo y recibiendo el homenaje de un millón de almas que querrán verlo, tocarlo y besarle las manos por última vez. Los sobrevivientes de Alfaro Vive Carajo se solazan en el sueño de opio de que Baltasar Garzón lo va a mandar a las rejas, pero el felino jamás ha pisado ni pisará Europa, de tonto no tiene un pelo. Los aniñados cuchichean ese chisme mediocre elevado ya a la categoría de noticia de que el ingeniero y su delfín casi ni se ven, cuando lo que hay es un recíproco desprecio para ciertos cortesanos del respectivo entorno, igual que sucede con líderes de Washington o Balzar.
Por lo demás, no necesitan verse porque han armado una obra maestra de relojería suiza para ejercer el poder que ha subyugado al paisito, un Presidente mequetrefe opacado por las regeneraciones urbanas. Por eso es que no requiere asistir al Congreso para ser el jefe de todos los jefes de las mayorías móviles dictando órdenes por su celular, o emitir el sermón de los lunes impartiendo lecciones de derecho constitucional y penal, moral y cívica,o ética periodística.Ellos son inseparables hasta la muerte, como Olafo y Chiripa o los legendarios Benitín y Eneas. De no ser así ya Nebot se hubiera separado del PSC y fundado su propio partido, pues hasta Sixto el bueno que no mataba una mosca se atrevió a hacerlo.
El drama político de fondo del Ecuador actual es justamente esa evasión de la realidad, que plantea juicios penales en el extranjero por hechos cometidos hace 20 años o de resignarse a esperar el sepelio del patriarca, cuando el problema es de hoy, no de ayer ni de mañana. Hoy por hoy existe un dueño del país, que concreta y objetivamente despacha los asuntos más importantes del Estado, un monumento viviente del poder que ha acumulado un mando colosal sin antecedentes en la historia nacional. Comparable a Luis XIV, el Rey Sol, que con gracioso desparpajo afirmaba: el Estado soy yo. O al generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, con la exquisita diferencia de que formalmente Ecuador no vive en dictadura. Pues, aunque la llamada carta magna es un limpión por Guayaquil desfilan desde los secretarios de la ONU y la OEA pasando por Felipillo de España, el socio listo obrero financista de la perimetral, a rendirle pleitesía al amo y señor de la república de papel. Que ya no tiene rivales, ese lúcido y robusto liderazgo que en su momento ejerció Rodrigo Borja ha terminado de comodín en el póquer del cortijo. El maestro Hurtado fue liquidado por la inocentada de apostar al pacto de los delfines.
Quienes han sido sentados en Carondelet para cubrir las apariencias de la ficticia democracia andan por los techos, exiliados y con órdenes perpetuas de prisión, después de que el trapiche magistral les exprimió el petróleo de las venas.La izquierda está pintada en la pared. Así como hay el febresborjismo de los pelucones también existe el febres-emepedismo, en el IESS y con una educación pública entregada a vagabundos del maoísmo porque un pueblo ignorante garantiza la estabilidad de la dictadura. O con socialistas que se adormecen con asignaciones para sus universidades, dado que el padrino reparte bien el mazo, a los ricos como a ricos y a los pobres como a pobres, y todos reciben su tajada.
Es urgente demoler esta infamia histórica que injuria a la dignidad de la nación, degrada a las instituciones republicanas y condena a la infelicidad de la pobreza extrema a millares de seres humanos. La oportunidad está en las próximas elecciones.
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